Artesanos de canciones

Entrevista de Alejandro Duchini. Revista Nueva. 22 de abril de 2012

Litto Nebbia y Alfredo Lichter conforman una dupla que funciona a las mil maravillas. Acaban de editar juntos su segundo disco, en donde el padre del rock nacional musicaliza las letras de su amigo biólogo. Aquí confiesan cómo trabajan a dúo, hablan de Borges, Neruda y Discépolo, y recuerdan al Flaco Spinetta.

 


Construir palabras. De eso se trata. Y hacer melodías. De eso también se trata. Después se armonizan y salen canciones. Canciones de amor, de recuerdos, de añoranzas, de pérdidas, de barrios de Buenos Aires, de invierno. Canciones, al fin de cuentas.

En la Argentina, hay una dupla que las construye casi artesanalmente. Juntos, como se dice, son mucho más que dos. Uno de ellos es Alfredo Lichter, biólogo, amante de la naturaleza y la escritura. El otro es Litto Nebbia, padre del rock nacional, autor de varios de los mejores temas que disfrutamos en las últimas cuatro décadas: desde “La balsa” en adelante, le cantó a todo y a todos. Este dúo acaba de lanzar un disco que se llama 11 (vidas). Es el segundo que hacen. El primero data de 2002 y se titula Canciones desde Península Valdés. En esa época se hicieron amigos y no se separaron más.


“Siempre fui fanático de Litto. Ni siquiera puedo decir que hacer un disco con él es un sueño cumplido, porque nunca lo soñé. No había motivos para soñarlo. Hoy no me queda más que dejarme llevar por el placer de conversar con él, de comer juntos. De ser amigos”, resume Lichter en un bar de la porteña Villa Urquiza. A unos metros está el estudio Melopea, reducto ya clásico de nuestra música. Frente a ellos, la cerveza que se pidió Litto y la gaseosa del letrista. Afuera cae la tarde otoñal con su débil sol. Muy distinta, acaso, a aquellas que en el disco aparecen en “El piano de Bill Evans” (“Si la lluvia de la tarde / un pasado reveló / fue el piano de Bill Evans, / su sonido nos dejó”) o en “Tarde de perros” (“En esta tarde de perros / llueve para siempre / ¿por qué se calla el mundo?”).

–Litto, ¿Urquiza es tu territorio?

–Donde está Melopea vivía mi mamá. O sea que conozco esta zona desde hace muchos años, por más que nosotros seamos de Rosario. Es un barrio particular, en el que solo queda este bar y no hay movimiento hasta diez cuadras más allá, donde está la avenida Cabildo. Acá los negocios son tradicionales y no se reponen: la señora de enfrente se murió y la hija nunca más abrió el kiosco. El carnicero se peleó con el empleado y el empleado le robó la balanza: cerró la carnicería. Así queda el barrio. Ahora vivo en Tigre, en una casa antigua, a una cuadra y media del río. Es medio un pueblito. Y hay una autopista que me deja aquí en menos de veinte minutos. Igual, no vengo todos los días. Al centro voy una vez al mes, si tengo una reunión en Sadaic, o algo así. Pero el centro ya es Vietnam: todos hablan por teléfono, te empujan, está sucio, te asaltan.

–Debe de ser enorme la diferencia con aquel centro de los sesenta o los setenta…

–Cuando llegué de Rosario, a los 16 años, pensé que nunca iba a poder vivir en otro lado que no fuera el centro. Me recorría todo mirando discos, libros. Pero eso ya no existe. A los lindos bares los trataron de modernizar y hoy parecen bares egipcios atendidos por médicos. Hay nuevos dueños y tiran todo abajo. Acá todo se soluciona tirando lo anterior abajo. Después hay que volver a hacerlo.

–De lo que no parás es de hacer discos….

–Digamos que es una cuestión de arte, de cultura, de belleza musical. Con este trabajo que hicimos con Alfredo, apuntamos a la gente a la que le gusta la música –que, por suerte, es mucha–. Hay un amplio público al que le gusta, y mucho, la poesía, la música, las letras; o cómo toco, cómo canto. Este no es un disco de moda.

–Lichter: El disco tiene una estructura que cae muy bien para escucharlo completo. Es como que hay una conexión entre las canciones. Disfruto de hacer algo así. Me parece que este disco va en contra de ese mercado que apunta a que uno compre una, dos o solo cuatro canciones por Internet. Tiene una idea creativa, estética, diferente, que a alguna gente le gusta y a otra no le interesará.

Del Coliseo a Península de Valdés

–¿Cómo se conocieron?

–Lichter: Desde chico soy fanático de Los Gatos. Litto tocaba y yo iba a verlo. Inclusive, una vez lo fui a ver un domingo a la mañana al Coliseo, donde tocaron también Almendra y Manal, todos juntos. Un día, un amigo en común me dijo de ir a saludarlo, después de una presentación en La Trastienda. Le conté que tenía un proyecto cultural en el Sur y a los días me invitó a cenar a su casa. Ahí nos conocimos bien, tuvimos afinidad. Nos interesan las mismas cosas. Él fue a tocar al Ecocentro, en Puerto Madryn. Yo había publicado un libro sobre esa zona, y surgió el disco Canciones desde Península Valdés. Litto tomó mis letras y les dio una vuelta hasta convertirlas en canciones. Me gusta mucho esto de hacer una especie de obrita, más que una suma de canciones individuales. Hace unos años volvimos a juntarnos. Le mandé dos letras; él compuso dos temas. No había intención de nada, pero compuso y me los mandó. Quedaron guardados. Después, charlando, retomamos la idea y llegamos a este disco.

–¿Cómo es eso de complementar las funciones de cada uno para hacer un disco?

–Lichter: La letra de una canción no es una poesía. No es lo mismo. Sí tratamos de sostener un determinado clima poético en las letras; buscamos no ceder rápidamente a lo sencillo, a lo cotidiano. Hay gente a la que no le gusta, otra que dice que somos complicados, y quienes se sienten a gusto con lo que hacemos.

–Nebbia: A mí siempre me dio por hacer música con un alto sentido musical. Está en cada uno seguir haciendo lo que le interesa. A mí me agrada la poética, el arte. Me gusta trabajar con letristas, con poetas. Hice cosas con gente que me encanta lo que escribe, y que no escribe igual que yo. La manera en que uno puede enfocar o narrar hace que el otro reciba el mensaje. En definitiva, lo que uno cuenta es lo mismo que le pasó al otro.

–Litto, ¿de qué manera sobrellevás tu historia musical, teniendo en cuenta tu trayectoria y la infinidad de halagos que te dedican colegas y admiradores?

–Me da satisfacción enterarme de que hasta editaron un disco en Mar del Plata en homenaje a mi obra. Es buenísimo que alguien se detenga a hacer una canción que uno escribió por una cuestión personal. Siempre creí que todo el mundo tiene una canción. Lo que pasa es que hay que trabajarla. Pero todos tienen algo que les pasa. Algunos, con la cualidad de sacarlo afuera. Por mi parte, todavía tengo ganas de escribir muchos temas más.

Spinetta y el legado que nos dejó

–¿Y cómo es componer con y para Litto?

–Lichter: Es un placer participar de un acto estético y creativo. En un terreno más metafísico, me gusta haber sido influenciado por Litto y los grupos que integró cuando yo era chico y vivía en un campo perdido de Córdoba. Y que después de cuarenta años nos hayamos unido hasta me parece misterioso, porque la verdad es que, repito, no había ningún motivo para que hiciéramos algo juntos.

–Nebbia: A mí me gusta plasmar esto entre los dos: su forma de escribir y mi manera de poner música. Compartimos simpatía en todo. ¿Podríamos hacerlo de oficio? Sí, con oficio uno puede hacer cualquier cosa, ¡pero sale un aburrimiento!

–Lichter: Si escribo algo que él no esté dispuesto a incorporar como propio, no lo hará. En eso hay un desafío porque, si no, lo que haga tendrá patas cortas.

–Nebbia: Hay que lograr el efecto de la canción. No la poesía cantada, porque puede ser aburrida. No siempre se puede cantar la poesía. A veces, hasta pensás que habría sido mejor quedarse en casa leyendo el libro de ese poeta al que uno le quiso transformar el poema en canción.

–Lichter: Borges y Neruda como poetas están fuera de discusión, pero no quedaron bien cuando los musicalizaron. Insistimos: las canciones no son poesías.

–Nebbia: Celedonio Flores y Enrique Discépolo eran grandes escritores de canciones. Borges escribió con el rigor de su poesía perfecta, que no se podía modificar, pero que nunca fue pensada para la música. Su imagen visual es hermosa, de mucha sabiduría, pero no tiene por qué salir de ella una canción. La música no se puede forzar, porque no vas a lograr nada feliz, ni dulce, ni armonioso. Lo bueno de un trabajo de coautoría es que la canción cantada parezca escrita por uno mismo.

–Ahora que mencionan letristas, poetas… ¿Qué significó para ustedes la muerte de Luis Alberto Spinetta?

–Nebbia: Fue muy sorpresiva. Me contaba Rodolfo García, que era muy amigo de él, cómo estaba, si mejoraba… El deseo hacía que uno pensara que iba a poder sobreponerse. Pero fue un mazazo. En lo personal, no voy a cementerios ni velo a nadie. Mi dolor es interno. No sabés ni para qué naciste ni por qué te morís. Si te das máquina con eso, perdiste. Evito mucho, incluso, el tema periodístico. Me llamaron de un programa a los quince minutos de su muerte. ¿Es todo promoción en la vida? La muerte garpa. No me gusta.

–Lichter: Yo lo sentí mucho también. Teníamos un amigo músico en común: Leo Sujatovich. Lo lamenté. Me pareció un tipo tremendamente creativo desde las letras, muy creativo. Me pasé mucho tiempo escuchando sus canciones. Y creo que hay figuras irreemplazables.

–Por último, ¿qué es la música y qué es escribir para ustedes?

–Nebbia: La música es una manera de vivir. Para mí es tan natural como respirar. Nunca se me habría ocurrido hacer otra cosa. Escribir es algo que te hace sentir muy bien espiritualmente. No sabés a quién le puede servir después; a lo mejor, no le sirve a nadie. Pero pasa aquello de que se te acerca alguien y te cuenta que le pasó algo con una canción que compusiste…

–Lichter: De todas las expresiones culturales, la música es la que más me llega. ¡Estoy todo el día escuchando música! Y escribir me traslada a un lugar distinto, me hace ser parte de diversos mundos.


Fotos: Macarena Otero


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