Patagonia en foco
Patagonia en foco

En 1888, cuando Kodak lanzó su primera cámara portátil, algunos viajeros tuvieron la fugaz presunción de que sus trayectos se verán, entonces, en toda su verdad: finalmente será posible que sus relatos diferenciaran el testimonio de la ficción. Hacía ya cuatro siglos que las expediciones incluían al pintor que se debía encargar de contar lo que las palabras no podían, aunque todos coincidían en que en esas imágenes también había parcialidades, puntos de vista. Pero la fotografía no tardó mucho en destruirles la promesa de fidelidad y en demostrarles que allí también había capricho, truco, ojo propio. Y el relato de viaje demostró una vez más que es justamente en esa intrincada coexistencia de testimonio y ficción donde se constituye. En Penúltima geografía de Valdés los textos de Alfredo Lichter y las fotos de Virginia del Giudice manejan con sutileza esa coexistencia: la península de Valdés de sus relatos es un paisaje tan localizable en el mapa como en la construcción fantástica de una mente desvelada. Los topónimos remiten a obsesiones, los nombres propios al anonimato de una tierra poblada por fantasmas. El derrotero revela las ansias del vagabundo de Ungaretti: “busco un país inocente”.

El libro consta de dieciocho secciones en las que se intercalan notas de viaje, poemas y retratos. Los personajes a los que estos últimos refieren han sabido hacer de la soledad un estilo: Rodolfo Brunet es un paleontólogo autodidacta, Julieta Gómez Otero es la primera arqueóloga radicada en la Patagonia, José Canilón es tan callado que cada respuesta suya se escucha como una confesión. En la prosa de Alfredo Lichter no hay rastros del deslumbramiento del viajero novicio, ni tampoco del pionero que en realidad es: la península que la recorre por dentro fue siempre un territorio contado desde los bordes, mirado desde el mar.

Con solidez y pericia, Alfredo Lichter rescata veinte años de recorrido y vuelve a la Patagonia que ya trató en cuatro de sus libros anteriores, uno como poeta y tres como naturalista. Penúltima Geografía de Valdés plantea una síntesis: el foco en la palabra del primero y la obsesión por los restos del segundo. Una tumba milenaria, la huella negra de un fuego o el fragmento de un fósil son las piezas que otorga la tierra vacía. Lichter colecciona y se entrega a la flânerie en un territorio donde no hay ciudades ni abundancia de objetos. Una paradoja que pronto revela no serlo: para su mirada aguda, lo que parece un desierto es “un mundo complejo de relaciones encubiertas”.

María Sonia Cristoff

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