Prólogo de los autores

Desde las épocas más remotas, los cetáceos han mantenido una estrecha relación con el hombre. Es frecuente encontrar frisos y pinturas muy antiguas donde se observan, por ejemplo, hombres montados sobre delfines. Ya Aristóteles había descripto con precisión asombrosa estos animales, de igual manera que Plinio el Viejo lo había hecho en sus trabajos. Son muchas las historias que relatan encuentros con estos mamíferos. Delfines que han conducido sobre sus lomos a náufragos hasta la costa o aquellos que se acercan hasta la playa para jugar con los niños, son sólo ejemplos. Algunos desarrollados en el terreno de la fábula y otros absolutamente comprobados. Desgraciadamente durante un largo período, fueron más los hombres empecinados en matar y destruir a estos animales que en tratar de conocer e interpretar los diversos mensajes que, bajo distintas formas, podrían transmitirnos. En lugar de convivir con nuestros hermanos que alguna vez volvieron al mar, preferimos el exterminio irracional y sistemático.

En la actualidad, aunque quizás demasiado tarde, se ha recobrado parte de la cordura perdida y es así que las grandes ballenas han comenzado a ser protegidas. Todavía queda mucho por hacer y conocer por lo que es fundamental que estas medidas de conservación se apliquen a todos los cetáceos sin distinción.

Esperamos que la triste imagen de una ballena o un delfín navegando solitario por un mar contaminado, sin poder encontrar compañía y por lo tanto destinado a extinguirse, sea sólo producto de la imaginación.

Alfredo Lichter y Ana Hooper

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