Prólogo de Santiago Kovadloff

Prólogo de Santiago Kovadloff

Al leerlo, se tiene la impresión de que logra hacerse oír. Se diría que mediante su palabra escrita, Alfredo Lichter busca, ante todo, a un oyente. Y ello equivale a proponer que el poeta anhela, a cambio de lo que brinda, mucho más que atención.

Al expresarse, Alfredo Lichter oferta la cercanía imprescindible que requiere siempre la auténtica interlocución. Esa intimidad que no es regodeo en el confesionalismo sino aptitud para compartir los riesgos que connota todo lo que nos acosa con su imponderabilidad e impide que nos refugiemos en la trivialidad o en el prejuicio.

Estamos, pues, ante un libro exigente. Su aprehensión demanda una entrega franca a las sinuosidades de un lenguaje que no brinda amparo en el saber consensuado, sino que busca abismar el entendimiento en ese escenario donde lo indiscernible y lo familiar desdibujan sus fronteras y se enhebran potenciándose y debilitándose a la vez.

En otros términos: los poemas de Alfredo Lichter proponen el inquietante paisaje de un entendimiento que aprehende siempre insuficientemente lo que busca y, no obstante, quisiera dar testimonio de lo que pudiera haber de significativo o de revelador en esa insuficiencia.

El mar del que Alfredo Lichter nos habla es, por ello, un territorio tan discernible como incierto. Lo oscuro, esa oscura energía que mueve el mar, gana en las piezas que componen su libro un protagonismo lírico indiscutible. Ellas exploran sin pausa el enigma propuesto por una extensión y una hondura tan cercanas como inalcanzables.

Cercanas, en la medida en que en estos poemas se dan cita las ofrendas que los ojos logran cosechar gracias a la convivencia con el mar, con su evidencia cotidiana; evidencia que Alfredo Lichter celebra y retrata con la emoción de un auténtico habitante de todo lo que nombra.

Inalcanzables, porque el enunciado lírico aspira ante todo a dar forma a una subjetividad que no llega a situarse con naturalidad ante su propia presencia, siempre arrebatada por la perplejidad de ser y potenciada como enigma mediante el contacto logrado con el mar.

De hecho, un hombre nos dice aquí algo decisivo sobre la emoción que lo embarga al explorar su inasible identidad a la luz de ese inquietante espejo que guardan las aguas en su profundidad. Su eficacia expresiva y la intensidad de su tono traducen con acierto las tensiones y las vacilaciones de una conciencia que no pareciera atinar a hacer otra cosa que a seguir el curso de su propia errancia.

Lo oscuro mueve el mar sitúa a Alfredo Lichter entre las voces vivas de la poesía argentina. Una intensa sensibilidad laboriosamente interrogada hace de las páginas de este libro una propuesta tan cautivante como insólita. Tan conmovedora como lúcida.

Santiago Kovadloff

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