Las Ballenas de la Patagonia
Prólogo

Desde el balcón de mi departamento, en un quinto piso sobre el mar abierto, en el corazón de Puerto Madryn, casi puedo decir que participo del juego de las ballenas: una acaba de dar ¡dieciocho! medios saltos ininterrumpidos. ¿Juego? Dirá el especialista. ¡Quién sabe! No conocemos nada acerca del comportamiento de estos gigantes, tan cercanos, tan ajenos. Como los bebés humanos… Cercanos en el espacio, porque los vemos a pocos metros de distancia, pero además afines en las esencias, diré, como extraños, hasta hostiles, resultan para nosotros los tiburones o las tortugas marinas. A fuer de mamíferos, parece incluso que nos comprendieran y consintieran, con compasiva tolerancia, los abusos de confianza de las embarcaciones que, con su carga de seres humanos, llegan hasta ellas una y otra vez. Mamíferos ambos. Unos erectos, terrestres y pensantes. Los otros acuáticos, ¡sin piernas! y… ¿no pensantes? ¡Cuidado!, otra vez. Tal vez no piensan a nuestro modo, pero por algo será que nos temen.

Y en cambio nosotros, Homo sapiens… Se aterrará el lector cuando vea, en este libro, lo que se ha hecho y hace con las ballenas. ¿Cómo conciliar esa barbarie con los sentimientos que antes expuse? ¿Cuántas humanidades hay en nosotros?

Un mito tehuelche identifica a la ballena gigante, Gosgue, comedor de hombres. Elal, el héroe divino, transformado en tábano, logra ingresar en su estómago presuntamente inmenso y, tras darle muerte, rescatar algunos de sus paisanos todavía alentados. Jonas en la Patagonia, ciertamente.

Y este es el sentimiento que domina en el espíritu de los autores de este libro singular. Humildes ante lo desconocido, como deben ser los verdaderos científicos y por ende partícipes de la sacralidad de la naturaleza. Seres humanos, pensantes, y sobre eso científicos, sí, pero comprometidos con ella, con almas de poetas y artistas.

Asombrados, como usted y yo lector. Y como nosotros, respetuosos del entorno de los seres del entorno y, al propio tiempo, de los Hombres. A los que, en definitiva, va destinado este pedido de sensibilidad en ropaje erudito.

Porque el futuro de la Humanidad depende, cada día más, de lo que ésta decida hacer por salvar al Mundo. En nombre de ella, Claudio Campagna, Alfredo Lichter, los saluda… reconocidamente, un patagónico.

Dr. Rodolfo Casamiquela

Investigador Principal del Conicet
Centro Nacional Patagónico

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