Lo oscuro mueve el mar
Uno y la música de Jarret

Aquí las diez de la noche tienen
luz de velador,
es el comienzo de un par de horas para deambular
por lo imprescindible,
entregados cada uno a la lectura
escuchás Keith Jarret con auriculares
y me pregunto cómo soy para tu imaginación.

Casi fuera de mí divago tranquilo,
convencido de que nos iguala cada lágrima
y que como astrónomos de azotea,
disfrutamos por igual el eclipse
de la luna.

Que todo aquello dicho en voz alta
probablemente sea falso,
preocupados en esconder de los demás
nuestras áreas intactas.

Recorro mentalmente gentes y lugares
y sos en un instante
el deseo a veces disimulado.

Puedo reconocerte de memoria en cualquier multitud,
desnuda en un vestido usado por muchas mujeres,
y vuelvo a preguntarme,
cómo no acariciar tu cansancio con estas manos
que tocaron el mar por primera vez.

Nosotros adscriptos a lo humano,
fatigados de las semejanzas indeseables,
diferentes y próximos,
que comenzaron a contarse la vida cuando
cada uno,
supo dormir en la cama del otro.

Ay,
cuánto desenlace guardan por un rato las huellas
de una mujer y un hombre,
y yo que vuelvo a mirar por la ventana,
a zozobrar en la esfera fabulosa de una noche oscura, subterránea.

Sé pensarte mejor de noche que de día.

 

Imagen: Fragmento de una acuarela de Andrew Wyeth

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