Penúltima Geografía de Valdés
Epílogo

La cocina, con el silencio de la noche y las gotas de agua resbalando por los platos recién lavados, es un lugar elegido para escribir. La caligrafía tortuosa en un juego de sombras sobre el papel, el relato de las historias dentro de sus límites, son suficientes para disfrutar cada minuto.

Hoy debo fijarle un final a este ensayo, compuesto de corazones tímidos y paisajes que pertenecen a un territorio con alma marina, pero la inspiración sólo reconoce ideas sueltas. Me decido. La Península Valdés ha sido el destino donde encontré un camino hacia el mar. Relacionarme con él, entender la fuerza devastadora de su oscuridad, la imposición de las mareas. Pude descubrir aquí el secreto de los animales oceánicos y en algunas personas la coincidencia o el eco nuevo de sus palabras. Logré reconfortarme y sufrir en cada una de estas páginas, siempre alimentado por la pasión egoísta de aquellos que hablan solos. Son algunas ideas dispersas que se deslizan en un clima de radio con blues lejano incluido y una vela que está a punto de apagarse.

Casi sin luz y sabiendo que la melancolía ya está dispuesta a todo, es mejor dejar de escribir. Por ahora… Hasta mañana.


VOLVER
ARRIBA